Este libro no tiene más pretensión que ser una crónica.
La crónica de cinco días históricos en nuestro municipio, cuando un grupo de ex combatientes logró concretar un sueño largamente proyectado: iniciar la muestra de la Semana Recordatoria de la Gesta de Malvinas en el Bicentenario de la Revolución de Mayo, como reza la invitación oficial, “del 29 de marzo al 02 de abril en la Plaza de los Fundadores” (Alem y Arana).
Estos fueron días intensos, plenos, llenos de emociones a flor de piel.
He querido transcribir parte de ellas en este humilde recordatorio, ya que el simple hecho de mirar las fotos del acontecimiento no alcanza para conocer en toda su magnitud la experiencia vivida; sé también que algunos vecinos estuvieron presentes en algunas jornadas y en otras no, por lo cual habrán perdido la oportunidad de conocer la totalidad de los eventos.
En este libro podrán hacer un recorrido virtual aquellos que no estuvieron, o rememorarlo quienes lo vivieron.
Creo firmemente que Historia no es sinónimo de Pasado.
Creo que Historia hacemos todos desde nuestro lugar, cuando reaccionamos y accionamos en pos de una causa; hacemos historia cuando guardamos en nuestras retinas lo que sucede en derredor para luego relatarlo a las generaciones venideras, tal como hacen los veteranos en las escuelas.
Hacemos historia cuando modificamos algo, para bien o para mal.
Si tenemos un poco de amor en el corazón, podemos hacer historia cuando ayudamos al prójimo y modificamos los hechos para sumar.
Si no vemos claro el camino, haremos historia del otro lado, del lado del pobre de espíritu.
Para todo esto es importante la Memoria.
En nombre de esa memoria, a la que quizás un día debamos apelar cuando un nieto o biznieto nos interpele:
-Abuelo/a… ¿de qué se trató esa carpa que pusieron una vez en la estación?
¿Para qué era? Vos estuviste ahí?
¿Qué había en ella? ¿Quiénes vinieron?
Ojala tengamos, ese día, la memoria intacta como para dar respuestas.
De no ser así, dejo constancia escrita de los hechos que forman parte de la historia del distrito, al haber sido testigos de la primera vez en que un museo abierto sobre la guerra de Malvinas fue propuesto a la comunidad.
Creo también que la docencia no es exclusiva de los formalmente llamados docentes; hay ciertas personas en la vida que hacen docencia sin haber estudiado para ello.
En el caso de los ex combatientes, logran enseñar en vivo a cientos de niños, adolescentes y adultos, los valores que ellos aprendieron.
No se trata sólo de contar sus experiencias en la trinchera, en el crucero o en la aeronave; cuentan, además, del amor a la celeste y blanca que los impulsó a seguir adelante pese a todo.
Hemos aprendido en nuestros tiernos años a conocer a Alberdi, a Belgrano, al Sgto. Cabral, a Moreno, y a tantísimos personajes lejanos a través de los libros.
Impersonales y despojados de sentimientos, sus autores hacen un relato pormenorizado de las hazañas y gestas históricas, de sus árboles genealógicos y de sus días finales.
Muy válida como información pedagógica, por supuesto, pero lejana y fría.
En este libro propongo que aprovechemos su presencia en nuestras vidas: esta es nuestra oportunidad, la de nuestros hijos y nietos, de aprender la HISTORIA VIVA que nuestros veteranos proponen.
No pude sustraerme del vicio de mi oficio y me dejé llevar por alguna imagen poética que se colaba entre datos y descripciones.
Van a continuación los detalles de las circunstancias y hechos vividos en Monte Grande pero con un condimento que no encontramos en los libros de historia: SENSACIONES. EMOCIONES. VIBRACIONES INTERNAS.
Una simple crónica de los acontecimientos vivida por mí y por tantos conciudadanos.
La autora.
Esta es la crónica de una semana que duró mucho más que siete días calendario.
Una semana única e irrepetible, como todas, pero con el agregado de que formará parte de la historia local y de su gente.
Una semana que empezó a gestarse allá a comienzos del año pasado, cuando un Veterano de Guerra les propuso a sus compañeros hacer algo “diferente” para mostrar a la comunidad.
Una semana con doble feriado: semana Santa para la grey católica y Santísima para los Ex Combatientes que están en la carpa.
La última cena del jueves Santo coincide con la Vigilia por los Caídos y el “guiso de campaña” con el cual celebramos nuestra propia Eucaristía que es presidida, hoy más que nunca, por Nuestro Señor.
Viernes de corona de espinas, flagelación y muerte; viernes de llanto recordando a los que murieron allende el mar, crucificados por esquirlas y balas sobre la turba fría, o bajo el bravo mar congelados.
El comienzo y el final; la oscuridad y la luz.
Cualquiera sea la figura antinómicamente propuesta, los hechos y los recuerdos se yuxtaponen entre lo bueno y lo malo, entre lo correcto y lo incorrecto, entre la vida y la muerte.
Sin la guerra no tendríamos caídos.
Sin la guerra no habrían sufrido, llorado y muerto en vida quienes perdieron a sus seres queridos.
Sin la guerra de Malvinas seríamos más felices o más inconscientes.
Demos gracias entonces ante lo que no se pudo evitar; la guerra que fue y que no debe volver a ser, es un recordatorio permanente de los errores cometidos y de las redenciones adeudadas. Intentemos saldarlas hoy.
Agradezcamos, dejando de lado el rencor, que a causa de esa guerra nos hicimos más hermanos.
Que gracias a la guerra hemos aprendido una lección de patriotismo como hace décadas no se enseñaba en las escuelas, y que sin odio podemos levantarnos y renacer.
Como lo hizo Jesús.
Como lo hacen los ex combatientes, sus familias y las familias de los caídos.